Muse - Exogenesis: Symphony Part 3 (Redemption)
Vamos a empezar de nuevo,
sólo vamos a empezar todo de nuevo,
¿por qué no podemos empezar todo de nuevo?,
y vamos a hacerlo bien
esta vez vamos a hacerlo bien,
la última oportunidad
para perdonarnos a nosotros mismos
sólo vamos a empezar todo de nuevo,
¿por qué no podemos empezar todo de nuevo?,
y vamos a hacerlo bien
esta vez vamos a hacerlo bien,
la última oportunidad
para perdonarnos a nosotros mismos
Ya va a hacer una semana que nos despedimos y no he querido escribir sobre ello hasta ahora. He querido guardar todas las sensaciones en el fondo de mi alma, como para no desprenderme del todo, como para atrapar algo y guardarlo, y que no se te escape nunca.
Fue un domingo, era lo pactado. Durante toda la mañana estuve recogiendo mis cosas, tirando lo que ya no servía, haciendo limpia y haciendo el equipaje para ese viaje a lo desconocido, y como dice un amigo mío, con lo justo, sin que nada sobre. Intenté dejar mi espacio lo más limpio posible, en cierto modo quería que se notara mi ausencia, que se notara el hueco que allí quedaba, ese hueco que durante años había ido llenando de ilusión, de amor y de esperanza, y que ahora se llenaba de nada, en esa metáfora terrible.
Fui metiendo todas mis cosas en el coche un poco a escondidas. No quería que mis hijos tuvieran la imagen del padre que se marcha de casa, el padre que en cierto modo les abandona y les deja a su suerte, cuando es todo lo contrario, cuando lo que quiero es seguir junto a ellos, verles reír, verles llorar, darles de comer, compartir sus juegos, bañarlos, cuidarlos, acostarlos, decirles todas las noches que les quiero mucho,… verles crecer y vivir su vida.
Comimos juntos, en familia, como un domingo cualquiera, con la normalidad de lo cotidiano, aunque en mi pensamiento solo estaba la idea de que estaba llegando al final de una etapa, y quería aprovechar cada instante, cada segundo, para no olvidarlo, retenerlo en la memoria, recordarlo siempre.
Llegó la hora, llegó la despedida, a media tarde. Había meditado exactamente cómo lo quería hacer. Me fui despidiendo de cada uno de ellos por orden de nacimiento. Primero Jenny, la mayor, una niña mujer que vive debatiéndose entre lo que quiere y lo que debe hacer, que necesita que la abracen mucho, aunque parezca que no quiere, y que se sienta querida, que se abra al mundo, y aunque se equivoque, que sea capaz de reconocer sus errores y crezca como persona, como esa gran persona que es, que lo lleva en el fondo, y que no tiene que dejar de aflorar. La abracé, le di un beso y le pedí que no dejara de ayudar a su madre, que la iba a necesitar, sobre todo en los momentos de bajón, y que era muy importante que la quisiera como nunca. Después hablé con Luna. Tuve que mentirla. Es una niña de cinco años que todavía no puede comprender que su papá y su mamá no puedan vivir juntos. Le dije que me tenía que ir a cuidar la casa de un amigo mío, pero que no se preocupara, que nos ibamos a ver mucho, que la quería mucho. Ella me sonrió, con una dulzura que rompe el corazón, con esa mirada que me destroza, y abrazándome me dijo que era el mejor papi del mundo, como lleva diciéndome desde hace semanas, y que me quería mucho. Luego le tocó el turno a Iker. Le abracé y le dí un beso y le dije, ya sabes, ahora eres el hombre de la casa, y tienes que cuidar de todos. El pobre no tiene ni dos años. Como Zoe, mi dulce Zoe, su hermana melliza, a la que solo le pude decir que siguiera así, tal y como es, entre lágrimas, sin apenas poder contenerme.
Me marché hacia la puerta. Sara vino conmigo. Nos abrazamos, lloramos. Le volví a decir, que si alguna vez se arrepentía de lo que estaba haciendo que contara conmigo, que la quería y que no iba a dejar de quererla nunca. El último abrazo, el último suspiro, el último beso. La mujer de mi vida, lo tuve todo y ahora ya no quedaba nada. Tanto amor y ahora el vértigo de la nada, el vacío que tanto me asusta. Entre lágrimas me marché, cogí el coche, la miré desde fuera y no dejé de verla hasta que la perdí de vista. Su imagen se desvaneció en la carretera confundida entre el asfalto y el horizonte del paisaje, a la luz del atardecer, acabando el día.
No paré de llorar durante el camino a ninguna parte, desconsolado, desconcertado, abatido, y en el coche no dejaba de escuchar esta canción. Fue una casualidad. La tarde anterior viniendo de la Casa de Campo había puesto este disco de Muse, que tanto le gusta a Sara, y el disco se había quedado justo en el comienzo de esta canción. Parecía hecho aposta, como la banda sonora de una película, aunque en esta caso era la banda sonora de mi vida. No pude dejar de escucharla durante todo el camino, como ahora cuando escribo esto.
Lo mas dificl de todo es perdonarse a si mismo. En tan solo unas semanas has madurado un mundo. Alejate del odio y del rencor, acuestate tranquilo, limpio, y estoy seguro de que de una forma o de otra todo volverá a ser. No se con quien, pero todo volvera a empezar de nuevo.
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